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En la tradición judía la condición de judío se transmite a través de la madre. No obstante el judaísmo ha estado siempre abierto a los no judíos que desean convertirse. De acuerdo con ello, a lo largo de la historia ha habido individuos, y en ocasiones comunidades enteras, que se han pasado al judaísmo. Además de sinceridad, se requieren tres condiciones para la conversión: la ofrenda de un sacrificio apropiado, la circuncisión para los varones y la inmersión purificadora en un mikvé. Desde la destrucción del Templo en el año 70 DEC, la primera ya no es posible. Las actitudes generales hacia los prosélitos en los tiempos posbíblicos fueron positivas; pequeñas restricciones aparte, eran considerados plenamente judíos. No obstante, y a pesar de algunos casos célebres y bien documentados, los conversos al judaísmo bajo gobierno cristiano o musulmán eran relativamente pocos, ya que a los ojos de estas comunidades se consideraban apostatas dignos de muerte. El proselitismo así se volvía impracticable aun cuando los futuros conversos que se acercaran a la comunidad judía fueran a ser en teoría bienvenidos. Sin embargo, la creencia de que los gentiles, que son monoteístas y se adhieren a una moralidad básica participarán con Israel en el Olam HaBá (El mundo futuro), permite que muchos toleren esta situación. Los judíos, nunca se empeñaron en convertir a los gentiles. Por el contrario, pusieron trabas a las personas que querían convertirse al judaísmo, ya que la mayoría de los conversos lo hacían por interés material o para fines matrimoniales con judíos. No obstante, varios personajes bíblicos como Yitró (suegro de Moisés) y Ruth (la Moabita); y también post-bíblicos como Onkelos (traductor erudito de la Toráh) y otros, fueron prosélitos sinceros. En cuanto a la Academia de Hilel facilitaba la conversión al judaísmo, la Academia de Shamay, en el Talmud, hacía difícil la admisión de los prosélitos. En el Talmud (Shabat 31.) se cuenta que un pagano se presentó al rabino Shamay y pidiéndole ser admitido como converso, a condición de que el rabino le contara el contenido de toda la Toráh mientras el pagano se mantuviera en un solo pie (rápidamente). Dicho rabino, indignado, lo expulsó con la punta de la varilla que sostenía en la mano. El pagano no se desanimó y fue esta vez al rabino Hilel pidiéndole misma cosa. Este último lo recibió dulcemente diciéndole: “Lo que tú detestar para ti mismo, no hagas a tu compañero; esta es toda la Ley judaica; lo demás son comentarios; ve y estúdialos”. Acto seguido, el pagano se convirtió y adoptó el judaísmo de pleno corazón. En el Talmud existen dos opiniones contrarias una de la otra referente a la conversión al judaísmo. De acuerdo a la opinión de los que están a favor, la Toráh fue destinada para la humanidad entera, por lo que esperamos el día feliz en que todas las naciones la adopten para sí como su única ley, cuyas bases son la creencia en un D’s Único, inmaterial (y no un dios hecho hombre), omnipresente, omnipotente y creador de todo lo que existe. El día en que las criaturas humanas reconozcan que todos somos hijos de éste D’s Eterno que nos dio la Toráh, y por lo tanto, lo adoremos sólo a El y guardemos los preceptos de su Ley, que anuncia podrán ser cambiados o abolidos como algunas religiones han hecho con la circuncisión, la santidad del sábado y fiestas prescritas en la Biblia original, podremos todos formar una sola familia, la familia humana, sin distinción alguna, y rezar todos en un mismo Templo, así como lo predijo el profeta Isaías: “Pues mi Casa (dice D’s) será Casa de Oración para todos los pueblos” (Capítulo LXI). Apoyando este principio, encontramos las siguientes citaciones: (Levítico XVIII, 5): “Y observaréis mis estatutos y mis juicios, pues cumpliéndolos “el hombre” vivirá por ellos; Yo soy el Eterno”. La ciencia y la virtud no son privilegios de nadie, sea este pequeño o grande, rico o pobre, israelita o no, puesto que el versículo dice: “el hombre vivirá por ellos”, “el hombre” significa aquí cualquier persona, no importa su raza, credo o color. “El pagano virtuoso e instruido tiene tanto mérito como el cohen gadol (sumo sacerdote). Un sabio, aún mamzer (bastardo) debe ser más considerado que un cohen gadol ignorante (Bamid, R.6). En el Libro de los Salmos (118, 20) está escrito: “Esta es la puerta del Eterno; por ella entrarán los justos”. No se dice: los sacerdotes, los levitas o los israelitas entrarán, sino los “justos”, sin distinción de raza o credo. El octavo día de la fiesta de Sucot era dedicado a las setenta naciones que existían en el mundo y en este día se ofrecían en el Templo setenta novillos por el bienestar de ellas. En cualquier bendición hebrea, D’s está calificado como Rey del Universo y no solo de Israel solamente, “Bendito seas Tú, Eterno, nuestro D’s, Rey del Universo...”. Estas son algunas de las razones por las cuales no se deben cerrar las puertas a ningún gentil que pida ser admitido al judaísmo, siempre y cuando lo haga por amor a nuestra religión. En los primeros tiempos del judaísmo, los prosélitos eran considerados y estimados grandemente, según lo menciona el rey David en el Salmo CXLVI: “D’s guarda los prosélitos; y en la Toráh (Deuteronomio I, 18): “D’s ama al prosélito”. De acuerdo con el Comentario del Midrásh sobre el versículo 5 del Capítulo XII del Génesis, el patriarca Abraham fue el primero en hacer prosélitos a los hombres, y su esposa Sarah a las mujeres. Dicho Midrásh (Génesis R. 39, 14) afirma: “El hebreo que convierta a un gentil y lo aproxime a D’s, es como si lo hubiera creado”. El Talmud (Pesajim 87) declara: “El Santo, Bendito Sea El, exiló a Israel entre las naciones con la única finalidad de propagar el judaísmo y para que muchos prosélitos se unieran a él”. Las opiniones contrarias a aceptar prosélitos se debe al mal comportamiento de éstos para con los judíos durante ciertas épocas de nuestra historia. Dichas opiniones se apoyaban en lo que había sido escrito en el Talmud (Yebamot 47): “Los prosélitos son para Israel igual a la pústula en la piel”. Algunos de los enemigos acérrimos del pueblo hebreo salieron de entre los convertidos al judaísmo. Fue así como se tomó la decisión, hasta el presente, de examinar a los postulantes con mucho cuidado y ahondar en los motivos que los impulsaron a adoptar nuestra religión. He aquí las condiciones que se requieren actualmente para que una conversión al judaísmo sea válida: Según el Shulján Aruj (Código Legislativo de Yosef Caro, párrafo 268), cuando un gentil manifiesta su deseo de ser judío, el Tribunal Religioso o el Rabino (experto y poseedor de este título legítimamente) de la Comunidad deberá hacerle la siguiente pregunta: ¿Porqué motivos deseas convertirte al judaísmo? ¿Acaso ignoras que el pueblo de Israel está sujeto a persecuciones, humillaciones y degradaciones? Si el candidato responde afirmativamente diciendo que lo sabe muy bien y le honra ser hebreo, entonces se le comienza a enseñar algunos preceptos de la Toráh, algunas bases esenciales de la fe judaica, así como el castigo que reciben los transgresores de la Ley y la recompensa de los que la cumplen. Una vez aceptados los principios de la existencia de un D’s Único, la santidad del sábado y de las fiestas bíblicas, la prohibición de la idolatría y algunos otros, y después de haber tomado un curso básico de judaísmo, se le practica la circuncisión, si es varón, y una vez restablecido de esta operación, se le hace el ritual de la inmersión llamado en hebreo “Tevilá”, en presencia de dos conocedores y practicantes de la Toráh. En el caso de una hembra, ésta efectúa (en estado de pureza) solamente la inmersión, estando acompañada además de los dos hombres (los cuales no deben verla desuna), de una mujer conocedora del ritual de la “Tevilá”. La circuncisión tiene el significado explicado. En cuando a la Tevilá (hecha en un lugar apropiado de acuerdo con la Ley) es un acto simbólico de santificación y purificación. La persona que se convierte al judaísmo es considerada por medio de la Tevilá, como una criatura recién nacida.
Viernes, 19 de abril de 2024 -

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